martes, 8 de septiembre de 2020

Sentimentos en Camino

Ahora que el Camino ha terminado físicamente, el viaje en sí, queda por analizar la parte más especial, la experiencia emocional. Me parece del todo natural el nerviosismo y la ansiedad al inicio del viaje, pero también la frustración y el desamparo cuando uno a uno los vuelos fueron cancelados. Al aparecer la posibilidad de ir en autobús, dije ahora o nunca, es la puerta de entrada a la gran aventura, y nuestro deseo es abrumador.

Al llegar a Zaragoza después de 36 horas en autobús, la llama del amor parece encenderse lentamente. Después de años el deseo de volver a España se convierte en una realidad más, dado que allí pasamos nuestra juventud. Caminando despacio por las concurridas calles de Zaragoza, algo me atrajo hacia cierto lugar, solo para luego comprender que la verdadera experiencia nace y se queda en el corazón.

Toda mi vida tuve el problema de no aceptar algo con todo el corazón, si no podía devolver algo a cambio. Esta vez todo empezó a cambiar, el cariño con el que recibí de regalo el viaje en el Camino, de hecho, fue el inicio de un viaje para mí.

Con el cansancio físico que poco a poco se instaló, los pensamientos y preguntas existenciales: "cuál es el propósito del viaje", "por qué continuar el viaje", "por qué ahora mismo", no nos dieron paz. Entendí que estos disturbios no eran nuestros como seres, sino de todos los peregrinos que en algún momento hicieron el Camino, porque sabíamos muy bien por qué estábamos allí.

Fuimos parte de la larga línea de peregrinos que durante siglos aprendieron e hicieron la gran iniciación del amor de la Tierra. Aprendes a escuchar tus pensamientos, tu cuerpo, la naturaleza como un todo, de la cual tú como individuo eres como una mota de polvo. La fatiga desconectó gradualmente el sistema nervioso de la máquina llamada cuerpo y te dio tiempo para relacionarte y convivir con la multitud de peregrinos que llevaron a lo largo de los siglos toda la transformación interior de la humanidad.

Poco a poco te olvidas de los lujosos deseos físicos y te sientes satisfecho con lo mínimo relacionado con la comida y el descanso. Experimenta la alegría de un sorbo de agua, que refresca su cuerpo bajo el sol abrasador del verano o la agradable brisa.

Tuvimos la oportunidad de caminar cientos de kilómetros sin ver la sombra de un hombre fuera de los locales, que trabajaba en el campo, pero nunca me sentí sola.

Nos hemos vuelto profundamente agradecidos cada vez que la intervención divina se manifiesta visiblemente, cuidándonos y guiándonos, por supuesto, a través de las personas.

Aprendí a no reaccionar, incluso si el comportamiento de otra persona dejaba algo que desear.

Aprendí a no ser susceptible y a entender que a través de nosotros algunas personas logran mantener su negocio a flote.

Aprendí que la vida en sí es un Camino especial que hay que vivir conscientemente, disfrutar y llorar, no ceder cuando se pone más difícil, sino encontrar la fuerza para seguir adelante.

Buen Camino, peregrino!

 







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